Estaba repasando los apuntes, y me he permitido hacer una pausa para escribir sobre un tema que me gustaría considerar de manera más amplia.
En una de las clases teóricas de este curso, se habló sobre las diferencias existentes entre manipulación y persuasión; quedó claro que, aunque los límites entre los dos conceptos dijimos que eran bastante difusos, la principal diferencia radicaba en la libertad que tenía el receptor para decidir. Partiendo de este punto, entendemos que la persuasión se encarga de influir en la opinión de los receptores para que estos adopten una actitud deseada por el emisor del mensaje, sin privarlos de la libertad de decisión e informando de manera objetiva y completa. Por lo tanto, el hecho de ocultar la información nos conduciría a entender este proceso como un acto de manipulación, ya que se estaríamos condicionando la elección del receptor.
Otra forma de manipular al público, en la cual la persuasión se convierte en un acto impuro, seria la publicidad subliminal. En el libro “Neuromarketing. Verdades y mentiras de por qué compramos” de Martin Lindstrom, hay un capítulo dónde se habla sobre como actúa el cerebro ante este tipo de publicidad. Según distintos estudios sobre la reacción del cerebro cuando se ve sometido a mensajes subrepticios, los investigadores califican el efecto que este mensaje produce como un efecto de “emoción inconsciente”; con esto, se refieren al hecho de que se ha producido un cambio emocional minúsculo sin que los sujetos del estudio tuvieran conciencia ni del estímulo que lo había causado, ni de su estado emocional. Por lo tanto, considero que cuando hablamos de manipulación, también debemos referirnos a toda aquella información que el espectador quizá no perciba pero que queda implícita en el mensaje emitido, ya que ésta configura una parte ilícita en el proceso de persuasión.
Así pues, deberíamos añadir a nuestra definición de persuasión, como acto de no manipulación, que el mensaje que se transmite a parte de no ocultar información debe ser explícito, en el sentido de que no debe quedar escondido. El receptor pues, para mantener su total libertad de elección, también debe ser consciente de que está recibiendo un mensaje a la vez que también darse cuenta de pretensión de éste.
En una de las clases teóricas de este curso, se habló sobre las diferencias existentes entre manipulación y persuasión; quedó claro que, aunque los límites entre los dos conceptos dijimos que eran bastante difusos, la principal diferencia radicaba en la libertad que tenía el receptor para decidir. Partiendo de este punto, entendemos que la persuasión se encarga de influir en la opinión de los receptores para que estos adopten una actitud deseada por el emisor del mensaje, sin privarlos de la libertad de decisión e informando de manera objetiva y completa. Por lo tanto, el hecho de ocultar la información nos conduciría a entender este proceso como un acto de manipulación, ya que se estaríamos condicionando la elección del receptor.
Otra forma de manipular al público, en la cual la persuasión se convierte en un acto impuro, seria la publicidad subliminal. En el libro “Neuromarketing. Verdades y mentiras de por qué compramos” de Martin Lindstrom, hay un capítulo dónde se habla sobre como actúa el cerebro ante este tipo de publicidad. Según distintos estudios sobre la reacción del cerebro cuando se ve sometido a mensajes subrepticios, los investigadores califican el efecto que este mensaje produce como un efecto de “emoción inconsciente”; con esto, se refieren al hecho de que se ha producido un cambio emocional minúsculo sin que los sujetos del estudio tuvieran conciencia ni del estímulo que lo había causado, ni de su estado emocional. Por lo tanto, considero que cuando hablamos de manipulación, también debemos referirnos a toda aquella información que el espectador quizá no perciba pero que queda implícita en el mensaje emitido, ya que ésta configura una parte ilícita en el proceso de persuasión.
Así pues, deberíamos añadir a nuestra definición de persuasión, como acto de no manipulación, que el mensaje que se transmite a parte de no ocultar información debe ser explícito, en el sentido de que no debe quedar escondido. El receptor pues, para mantener su total libertad de elección, también debe ser consciente de que está recibiendo un mensaje a la vez que también darse cuenta de pretensión de éste.
Os dejó aquí un blog que habla sobre el estudio de Martin Lindstrom relacionado con la publicidad subliminal; así os hacéis una idea de por qué él considera que hoy en día este tipo de publicidad está más viva que nunca, a pesar de que haya organismos reguladores que no lo consideren ético:
Espero que mi aportación haya sido interesante para ampliar el horizonte difuso que separa estos dos actos.
Elisabet Puiggròs Ruiz.
Elisabet Puiggròs Ruiz.
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