domingo, 17 de junio de 2012

El poder de la palabra

Esta semana se nos explicó en la clase de Técnicas de Redacción Publicitaria y Relaciones Públicas los aspectos más relevantes del discurso oral (...)

Así que esa misma tarde, cuando llegué a casa lo primero que hice fue buscar en Internet ejemplos  de discursos como los de  Obama, Arthur Mas o Carme Chacón. Indagando por las webs y analizando los videos me hizo reflexionar sobre la importancia de los discursos orales, de la utilización de las palabras.

Como Albert Einstein pronunció "Nuestro lenguaje forma nuestras vidas y hechiza nuestro pensamiento".

Es increíble el efecto que producen las cosas que decimos. La mayoría de las veces no nos damos cuenta de lo que decimos y mucho menos de las consecuencias.
Las palabras son un reflejo de nuestros pensamientos y sentimientos. Lo primero que nos ocurre es tener un pensamiento que puede ser bueno o malo; luego, si no cortamos ese pensamiento, se puede transformar en palabras y posteriormente en acciones. Por eso es importante inclusive revisar nuestros pensamientos porque allí comienza todo.
Muchas veces empeoramos, ofendemos o confundimos las cosas sólo con lo que decimos o dejamos de decir, por eso tenemos que pensar antes de hablar. Una vez alguien dijo: "Dios nos dio dos oídos y una sola boca, usémosla en esa misma proporción", es decir escuchemos más y hablemos menos.

Tratemos de construir al hablar y no destruir por ello es muy importante observar siempre si los demás están entendiendo exactamente lo que decimos. La comunicación no es nada fácil, por lo general hablamos muy rápido y no nos tomamos el tiempo para aclarar muchas cosas. Las palabras encierran un poder que desconocemos pero que cada día se comprueba más y más, trabajan sobre nuestro cerebro constantemente enviándole información. Esta información genera en nosotros sentimientos, actitudes, pensamientos, etc.

Tras esta pequeña reflexión dejo un pequeño cuento que ejemplifica perfectamente lo importante que es saber controlar lo que decimos y cómo un buen uso de la palabra puede llevarnos por grandes o malos caminos.

Un sultan soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó llamar a un sabio para que interpretase su sueño.

-¡Qué desgracia Mi Señor! - exclamó el sabio - Cada diente caído representa la pérdida de un pariente de Vuestra Majestad.

-¡Qué insolencia! - gritó el Sultán enfurecido – ¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!

Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.



Más tarde ordenó que le trajesen a otro sabio y le contó lo que había soñado. Este, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:

-¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada. El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.

Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó que le dieran cien monedas de oro. Cuando este salía del Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:

-¡No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que el primer sabio. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.

-Recuerda bien amigo mío - respondió el segundo sabio - que todo depende de la forma en el decir, uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender a comunicarse. De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, mas la forma con que debe ser comunicada es lo que provoca en algunos casos, grandes problemas. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura ciertamente será aceptada con agrado.






Espero que os haya gustado,
Patricia.

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