“La esperanza es lo último que se pierde”
¿Cuántas veces habremos escuchado esa frase a lo largo de nuestra vida? Vivimos en una sociedad cuyos individuos se han acostumbrado a tener todo o casi todo lo que desean y por ello luchamos día tras día. Tenemos ciertas metas, ciertas expectaciones que queremos cumplir. Pero ¿qué pasa cuando no llegamos a la satisfacción completa? Según el Diccionario de la Real Academia Española “esperanza” se define como el “estado de ánimo en el cual se nos presenta como posible lo que deseamos”. Sí, cierto es que hay pocas cosas que no se puedan presentar cómo imposibles, pero no por ello pueden estar a nuestro alcance. La esperanza no es infinita. En cierto modo, es al mismo tiempo esperar y desear, deseas que algo ocurra y lo esperas, sin embargo se contradice ya que si algo quieres hay que actuar y luchar por ello. Tener fe, creer en que hay esperanza es una forma de consolarse, de pensar que no todo está perdido, sin embargo, el consuelo no nos sirve, porque no hay que quedarse quieto. El tiempo no espera a nadie, el tiempo vuela.
Desde el día en que decidimos qué queremos ser y hacer, nos llenamos de esperanza, de esperanzas de todos los caminos que nos quedan por abrir, todo lo que nos rodeará, lo que veremos, lo que sentiremos... Como he dicho, grandes esperanzas de lo que seremos y a dónde iremos. Y entonces llegamos ahí, pensando que esas ilusiones y fantasías que corrían por nuestra cabeza se cumplirían, que todo saldría según lo esperado, según lo previsto, pensando que vamos a estar bien. Pero no siempre es así, todas esas imágenes creadas en nuestra mente no son reales, y nos sentimos un poco engañados cuando no damos con nuestras esperanzas, la realidad encontrada no era la deseada.
En cambio a veces, nuestras esperanzas nos subestiman. A veces, lo esperado se queda en nada en comparación con lo inesperado. ¿Por qué aferrarnos entonces a nuestras esperanzas? Lo esperado es lo que nos mantiene firmes, derechos...inmóviles. Lo esperado es el comienzo, lo inesperado es sin embargo es lo que de verdad cambia nuestras vidas.
Saludos, Patricia
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